Se busca que este espacio museístico sea un puente que conecte a las personas con el mar, las ballenas y con la educación ambiental a favor de su conservación.
La réplica de la osamenta de una ballena azul de casi 15 metros es lo primero que llama la atención al entrar al área de construcción del Museo Nacional de la Ballena, Munba, dentro del área del parque turístico Observatorio 1873.
El director de este proyecto es el oceanólogo especializado en ballenas, Óscar Guzón Zataráin. Él determinó el objetivo de este museo y diseñó la historia visual que se quiere contar a los visitantes.
“Munba es una asociación civil sin fines de lucro y la misión general es la educación para la conservación de las ballenas y los delfines. Nos enfocamos solamente en cetáceos, que son ballenas y delfines, y algunas otras especies de mamíferos marinos que, por su relevancia como parte de la biodiversidad marina del país son importantes, como los lobos marinos”, explicó.
Se estima que en México se tiene presencia de 12 especies de mamíferos marinos, dos de los cuales, los cetáceos y los sirénidos (vacas marinas), desarrollan su vida en aguas nacionales, según datos de la Procuraduría Federal de Protección al Ambiente (Profepa).
“La idea es que el recinto sea un lugar mágico, para poder contar la historia natural de las ballenas y los delfines, desde quiénes son, dónde se originan y cómo evolucionaron en los océanos, hasta cómo viven, qué comen, cómo sobreviven en los diferentes hábitats marinos”, declaró Guzón Zataráin en entrevista con Son Playas.
Para lograrlo, agregó, durante el recorrido habrá experiencias sensoriales y exhibiciones interactivas que complementarán la más grande exhibición de esqueletos de cetáceos de México y de Latinoamérica.
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Origen de los esqueletos
Esta exhibición de esqueletos está fincada en un convenio de colaboración con el Museo de la Ballena y Ciencias del Mar, de La Paz, Baja California, mediante el cual será posible obtener en comodato 29 esqueletos de su colección osteológica, que se unen a otros que ya se tienen en la localidad.
“Ya estuvo aquí Paco Gómez (director del museo de La Paz), ha sido un gran apoyo porque pues en primera nos está aportando gran parte del contenido de Munba, con una colaboración entre los dos museos que se extiende más allá de los huesos”, externó.
Mazatlán tiene una ubicación privilegiada como la que posee también Munba para divulgar el conocimiento de la megafauna marina. Desde lo alto del Cerro del Vigía, donde se levanta el museo, se puede ver el muelle fiscal y buena parte de la bahía de este destino sinaloense.
“Ve ésto, estás aquí y puedes ver exactamente la interacción humano cetáceos, cómo estamos conectados con el hábitat de las ballenas y los delfines. Tenemos casi todas las amenazas paseando por enfrente de nosotros, a plena vista”, apuntó.
Estas amenazas no siempre son perceptibles explicó, pero lo cierto es que las ballenas sufren cuando se enredan en artilugios de pesca o por el creciente impacto del tráfico marítimo en sus rutas migratorias.
Además de dirigir el museo, Oscar Guzón, doctorante en ciencias y recursos acuáticos, incorporará el conocimiento que le han dejado 20 años dedicados al estudio de las ballenas en Mazatlán.
Arquitectura que nace del reciclaje
Munba destaca también por su arquitectura y elementos de construcción. Diseñado por el arquitecto mexicano Alejandro D’Acosta, quien se distingue por utilizar materiales de desecho, especialmente del entorno inmediato a la obra, como una forma de hacer frente al impacto ambiental de la actividad que realiza. Esa es la razón por la cual se incorporaron contenedores marítimos usados en la edificación de este nuevo espacio museístico.
“Esa parte es bien importante. Son contenedores marinos, de los que transportan materiales entre continentes. De algún modo, es un elemento que puede ser parte de una de las amenazas, que es el tráfico marítimo, y ahora está aquí incrustado, le da vida, le da albergue al museo. La idea es promover una cultura de la sustentabilidad a través de esos elementos”, detalló Guzón Zataráin.
Los contenedores también fueron usados para armar El Erizo, un espacio de proyección multimedia.
“Va a ser una experiencia expansiva o infinity con espejos y pantallas de alta fidelidad y vamos a tratar de mantener un contenido itinerante, invitar a artistas locales, nacionales e internacionales a intervenir este espacio con fines de promover la conservación de la vida en el mar”, adelantó.
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Las ballenas necesitan más espacio
Óscar Guzón Zataráin ha dedicado su vida a la investigación de las ballenas, a difundir su importancia y a promover su conservación en un contexto mundial que amenaza su sobrevivencia.
“Hay que recordar que por más que haya muchas ballenas nunca van a ser demasiadas. Durante la caza industrial de ballenas de hace 200 años, todas las poblaciones de ballenas se cazaron a más de un 90%. Entonces, muchas apenas se están recuperando”, relató.
El especialista en cetáceos mencionó que se tienen evidencias del crecimiento poblacional de ballenas jorobadas de la zona del Pacífico Norte, las que llegan a Mazatlán.
“Pero eso quiere decir que también, entre más ballenas hay, pues más espacio necesitan y ese espacio ya está ocupado por nosotros. Tenemos que aprender a convivir, a darles el espacio suficiente para que puedan cumplir sus necesidades de reproducción, de migración, de crianza y de alimentación”, especificó.
Y al hablar de espacios ocupados se refiere a la navegación recreativa, al tráfico marítimo industrial, los grandes cargueros que vienen de China de ida y vuelta, que traen mercancías y son vitales para la economía global, pero tienen un impacto negativo sobre las ballenas y sus rutas migratorias.
“En distintas partes del mundo se están trabajando diferentes iniciativas para apoyar cambios, por ejemplo, para que las ballenas tengan espacios libres para poder transitar en sus rutas. En México estamos involucrados en esos temas, sobre todo porque tenemos puertos de altura, tanto en el Golfo de México como en el Pacífico”, destacó.
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Si las ballenas están bien, las personas también
De acuerdo con el Fondo Mundial para la Naturaleza, WWF, las ballenas contribuyen a la fertilización de los ecosistemas marinos, especialmente con sus migraciones de miles de kilómetros a través de los llamados corredores azules.
También se les considera aliadas contra el calentamiento global, pues sus heces impulsan la producción de fitoplancton, el cual captura el 40% de todo el dióxido de carbono que se produce a nivel global y al mismo tiempo genera más de la mitad del oxígeno de la atmósfera.
Por las múltiples funciones que cumplen, estos mamíferos marinos son considerados especies sombrilla, es decir, que funcionan como un canal para la conservación de todo el ecosistema asociado: si la especie está bien, se asegura con ello que su entorno tiene buena salud, expone la citada organización internacional.
Y precisamente conocer qué aportan las ballenas al mundo, por qué es importante conservarlas, cuál es el rol de estos animales en los ecosistemas marinos, en la producción de oxígeno y en el secuestro del dióxido de carbono, es parte de la información con la que saldrán los visitantes del Munba.
“Este va a ser un puente hacia el mar, vamos a poder seguir promoviendo las mejores prácticas de avistamiento de ballenas a través del museo. Las ballenas las observan en todos lados del mundo. Donde hay ballenas, hay gente queriendo ir a verlas y la cosa es que saliendo de este museo vas a querer hacerlo”, asegura Óscar Guzón Zataráin.